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El murmullo dice que nació en un pueblo lejano, donde el sol brilla al compás de las olas al romper contra las rocas de la costa, pero hoy vive en Capital, donde el ruido es urbano y el mate es ritual. Dicen que es un "viejo" de 50 años, un sapo hecho y derecho, que ni el progreso ni la tecnología lo pueden amansar. Vive con la maña de quien sabe que los atajos no sirven y que el mejor mate es el que se hace con paciencia. No esperen de él una sonrisa fácil ni un "Hola, qué tal". Si lo encaran con un problema, los va a mirar por encima de los lentes, se va a acomodar la bata y les va a soltar un "Ah, pero mirá vos... ¿y si lo enchufás, probaste?". Y aunque lo haga refunfuñando y renegando, al final, siempre les arregla el entuerto, porque por más que le pese, a las computadoras las amasa como si fueran pan.